Una de las cosas que me encantaba de niña eran la clases de labores, los hilos de colores y las horas que gracias a ellas pasaba con mi mamá, muchas tardes y noches nos entreteniamos bordando los manteles que se supone que solo los hacia yo.
Me admiraba la rapidez y delicadeza que ponía mi mami en el bordado, cada figura era preciosísima, era desde luego muy evidente que no era solo mi trabajo. Ella era delicada en el bordado, sin embargo no me exigía, me mostraba como lo hacia ella y permitía simplemente que la observe y trate de imitarla, equivocándome una y otra vez, me decía que el bordado como el tejido nunca se deshacen, pues es como se teje la vida.
Artesanadora... 